Carta de una mujer moderna
- Kelly Skeyf
- 4 dic 2023
- 4 Min. de lectura
La siguiente carta es anónima y aunque no estoy de acuerdo con el final de la misma, me identifico con algunas frases y con otras solo me río porque no sería jamás ni quiero ser esa "mujer perfecta", maquillada y operada de arriba a abajo (porque no tengo la plata jajaja)
Son las 6:00 a.m. El despertador no para de sonar, pero no tengo fuerzas
ni para tirarlo contra la pared. Estoy acabada. No quisiera tener que ir al
trabajo. Quiero quedarme en casa, cocinando, escuchando música,
cantando. Si tuviera un perro, lo pasearía por los alrededores. Todo,
menos salir de la cama, meter primera y poner el cerebro a funcionar.
Me gustaría saber quién fue la bruja, la matriz de las feministas, que
tuvo la infeliz idea de reivindicar los derechos de la mujer, y por qué hizo
eso con nosotras, que nacimos después de ella.
Todo estaba tan bien en el tiempo de nuestras abuelas: ellas se
pasaban el día bordando, intercambiando recetas con sus amigas,
enseñándose secretos de cocina, trucos, remedios caseros, leyendo
buenos libros de las bibliotecas de sus maridos, decorando la casa,
podando árboles, plantando flores, recogiendo legumbres de las huertas y
educando a sus hijos. La vida era un gran curso de artesanos, medicina
alternativa y cocina.
Hasta que vino una fulanita cualquiera, a la que no le gustaba el
corpiño y contaminó a otras varias rebeldes inconsecuentes con ideas
raras sobre “vamos a conquistar nuestro espacio.” ¡Qué espacio ni qué
diablos!
Teníamos el dominio completo sobre los hombres; ellos dependían de
nosotras para comer, vestirse y ser valiosos ante sus amigos.
¿Qué rayos de derechos quiso brindarnos? Ahora ellos están
confundidos, no saben qué papel desempeñan en la sociedad, huyen de
nosotras como el diablo de la cruz. Ese chiste, esa gracia, acabó
llenándonos de deberes. Y, lo peor de todo, acabó lanzándonos dentro del
calabozo de la soltería aguda.
No aguanto más ser obligada al ritual diario de estar flaca como una
escoba, pero con tetas y culo duritos, para lo cual tengo que matarme en
el gimnasio, además de morir de hambre, ponerme hidratantes
antiarrugas, padecer complejo de radiador viejo tomando agua a todas
horas y demás para no ser vencida por la vejez; maquillarme
impecablemente cada mañana desde la frente al escote, tener el pelo
impecable y no atrasarme con las mechas, que las canas son peor que la
lepra; elegir bien la ropa, los zapatos y los accesorios, no sea que no esté
presentable para esa reunión de trabajo. Sólo me falta decidir qué
perfume combina con mi humor, antes de salir corriendo para quedar
embotellada en el tránsito y resolver la mitad de las cosas por el celular.
Correr el riesgo de ser asaltada, de morir embestida, instalarme todo el
día frente a la computadora trabajando como una esclava (moderna,
claro), con un teléfono en el oído y resolviendo problemas uno detrás de
otro, para salir con los ojos rojos (por el monitor, claro, para llorar de
amor no hay tiempo).
Estamos pagando el precio de estar siempre en forma, sin estrías,
depiladas, sonrientes, perfumadas, uñas perfectas, sin hablar del currículo
impecable, lleno de diplomas, doctorados y especialidades.
Nos volvimos “supermujeres”, pero seguimos ganando menos que ellos.
¿No era mejor, mucho mejor, seguir tejiendo en la silla mecedora?
¡¡¡Basta!!!
Quiero que alguien me abra la puerta, que corra la silla cuando me voy
a sentar, que me mande flores, escriba cartitas con poesías, me dé
serenatas en la ventana. Si nosotras ya sabíamos que teníamos un
cerebro y lo podíamos usar, ¿para queeeeé había que demostrárselo a
ellos?
Ay, Dios mío, son las 6:30 a.m. y tengo que levantarme… ¡Qué fría está
esta solitaria y grandísima cama! Aaahhh… Quiero otra vez que mi
maridito llegue del trabajo, que se siente en el sillón y me diga: “Mi amor,
¿no me traerías un whisky, por favor?”, o “¿Qué hay de cenar?” Descubrí
que es mucho mejor servirle una cena casera que atragantarme con un
sándwich y una coca-cola mientras termino el trabajo que me traje a casa.
¿Piensas que estoy ironizando? No, mis queridas colegas, inteligentes,
realizadas, liberadas… y abandonadas. Estoy hablando muy seriamente.
Renuncio a mi puesto de mujer moderna.
Estoy feliz con los logros y los avances de las mujeres, no hay que irse a los extremos, no creo que esas mujeres sometidas y dependientes de un hombre eran 100% felices (así como nosotras tampoco lo somos), estoy segura que muchas tenían sueños de ser profesionales, trabajar y viajar por el mundo estando a la par de los caballeros y nunca por debajo.
Hay mujeres que no se matan siendo impecables físicamente para agradar a los demás, que se dan tiempo para las cosas sencillas, que son amables y sensibles, que son profesionales y a la vez desean una pareja que las acompañe más no que las límite y eso no las hace feministas narcisistas eso las hace capaz de decidir su propio futuro... Pues es lo que siempre han querido
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