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La señora Honestidad enamorada del señor Mentiras

  • Foto del escritor: Kelly Skeyf
    Kelly Skeyf
  • 19 abr 2024
  • 3 Min. de lectura

Actualizado: 21 abr 2024

Había una vez una mujer llamada Honestidad, llena de nobleza y dulzura, dónde su verdad era tan clara como el agua del mar y de carácter tranquila como el cause de un riachuelo.

En un reino donde la verdad y la mentira danzaban en una eterna lucha, vivía la Señora Honestidad. Era una mujer de virtud inquebrantable, con ojos claros que reflejaban la pureza de su alma y labios que pronunciaban siempre la verdad, sin importar las consecuencias.


Un día, en medio de un mercado bullicioso, se encontró con el Señor Mentiras. Él era un caballero encantador, con una sonrisa seductora y palabras que tejían ilusiones más allá de la realidad. Aunque sus caminos eran opuestos, sus miradas se encontraron y un destello de complicidad surgió entre ellos.


Con el tiempo, la Señora Honestidad y el Señor Mentiras comenzaron a encontrarse en secreto. Él, con su habilidad para enredar la verdad, seducía el corazón puro de ella, mientras que ella, con su transparencia, despertaba en él una sensación de paz desconocida.


Sin embargo, la verdad no tardó en salir a la luz, el señor Mentiras con el paso del tiempo no lograba seguir tejiendo falsas ilusiones, o al menos ya su crudo repertorio se estaba agotando, de tal manera, que la señora Honestidad empezó a sufrir al ver como cada palabra se desvanecía en el aire, la Honestidad, se cansó de esperar que las palabras del señor Mentira se materializaran, no podía aceptar una relación entre dos fuerzas tan opuestas.


Aunque entre el señor Mentiras y la Honestidad había una pequeña chispa de aprecio, un día se encontraron en las afueras del reino para que nadie pudiera verlos y en un día de frío invierno la señora Honestidad lo enfrentó con sabías palabras y preguntas perspicaz que le permitieron quitarse la venda en la que la envolvía el señor Mentiras.


Descubrió que en realidad él no quería paz en su vida, descubrió que el señor Mentiras, estaba condenado a mentir como método aprendido de supervivencia, que no solo le había prometido amor a la señora Honestidad, si no también a la señora Lujuria, a la señorita Alegría y muchas más, mientras charlaban las miradas se entre cruzaban de vez en cuando, ya que el señor Mentira al dar su testimonio ante tanta pureza y verdad no le dolía mirarla, no le dolía destruir sus castillos de arenas movedizas le dolía haber sido descubierto.


Rompió el corazón de la señora Honestidad, no solo por todo lo que ella se enteró de los rumores del pueblo, si no también, porque su voz quebradiza y sus ojos mirando al infinito lo delataban, además de ellos, tanta mentira junta había destruido el puente que alguna vez en aquel mercado los había unido, y poco a poco cada mentira los fue separando más y más hasta que ocurrió lo inevitable.


La señora Honestidad, agarró sus cosas que la cubrían del frío aterrador de aquel páramo solitario de las afueras del pueblo, y con la mirada en alto se fue a su refugio seguro, a dónde nadie más la pudiera encontrar de nuevo, cubrió su verdad con un poco de dolor para que nadie viera la fuerza de sus sentimientos, y se fue con el corazón inflado de recuerdos, agradecida porque una vez más hizo el acto de amor mas grande: Amar con la verdad.


En un mundo de apariencias y engaños, el amor verdadero siempre encuentra su camino.

El señor Mentiras caminó en dirección opuesta buscando a quién más engañar, entendió que la señora Honestidad no iba a creer sus mentiras para siempre, no sabemos que fue de su vida, ojala algun día encuentre a un buen amigo llamado corazón el cual le pueda presentar a la señora Empatía.


Respecto a la señora Honestidad, sabemos que está bien, entendió que el mundo está sostenido por la gran batalla de mentiras que se libran en él y no dejó que ninguna de esas guerras perturbaran sus aguas, tiene una bandera blanca para avisar que no está disponible y que su relación con la mentira le dejó como enseñanza a ir por el camino con los ojos abiertos y el corazón cerrado.

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